jueves, 17 de noviembre de 2016

Capítulo 2 : La maldición de los Dragomir

Capítulo 2 : La maldición de los Dragomir



 Elsa Dragomir.

Richard Dragomir
Año 1618
Elsa, sentada en una cómoda silla de roble oscuro, leía bajo la luz del fuego. Lo hacía porque afuera había un frio terrible, y en esa sección del castillo era una de las pocas que tenía una chimenea. Su cuarto no contaba claro está.
Ya la mañana estaba presente en Valaquia, y el tiempo frio era el invierno avecinándose.
Y con ello otros asuntos. Asuntos en los que la joven no quería pensar de momento.
Un mechón de pelo negro le obstruyo la lectura de ese poema épica que la tenía cautivada.
Sin perder tiempo, lo coloco en su lugar, detrás de su oreja.
"¡Sí que hace frío! "pensó, arrimándose más al calor del fuego, aunque no lo suficiente como para que este quemara parte de su vestido verde.
"Incluso anoche, cayó un poco de nieve".
Pasó la página y se sumergió en la lectura de nuevo.
La amplia biblioteca del castillo era su reino. Allí podía merodear todo el tiempo, cualquier día, devorando libro tras libro.
Era su lugar , bueno , su único lugar favorito en el castillo.
Estanterias de dos metros , repletas de pergaminos y libros , que la llevaban a otros lugares.
Eso amaba.
Sumergirse en nuevos mundos. Contemplar la alegría y felicidad del amor verdadero o quizás ahogarse en llanto con algunas tragedias griegas.
Pero eso (junto con muchas otras cosas) no le agradaba a su padre, Lord Borlois  Dragomir.
Le recriminaba todos los días porque se la pasaba leyendo o entrenando con el arco y la espada con Richard, cuando bien podría instruirse en cómo ser una buena esposa.
En verdad, no le gustaba nada de su bella hija.
Ni el modo de su andar, como, si en lugar de estar caminando, flotara de nube en nube.
Ni como rechaza a sus pretendientes, como si fuera su igual.
Y qué decir de la complicidad que tenía con Richard, su hijo mayor, quien parecía ser el que le metía cosas en la cabeza.
Eso era todo lo que creía de su hija, Lord Dragomir.
Aparte, para él, esos dos jóvenes eran sólo una forma de mantener la Casa Dragomir en pie, continuando con el linaje de sangre y el poder de una de las familias más ricas y poderosas del Sur de Rumania.
Elsa pasaba de página en página, sin siquiera entender una estrofa, siquiera una frase, tanto así influyo su miedo, su temor.
La puerta de la biblioteca se abrió para revelar a su hermano mayor Richard "Rick" Dragomir.
Al igual que Elsa, con su belleza y su linaje, el hombre cautivaba a muchas aldeanas, sirvientas y nobles.
Guapo, de complexión fuerte y atlética, sin llegar a ser demasiado musculoso, era una de esas personas que, junto con su hermana, mirarías dos veces antes de dirigirle la palabra.
Físicamente, eran idénticos, orgullosos ejemplos de toda la belleza de la familia Dragomir.
Ambos poseían cabellos oscuros, ojos grandes, expresivos y de un azul tan oscuro como dos zafiros brillando en la oscuridad.
Intelectualmente, también. Les habían impartido una educación excelente. Gracias a que Rick persuadió a su padre hasta el cansancio de que su amada hermana tomara las mismas clases que él.
Leían y escribían a la perfección, poseían amplios conocimientos históricos y demográficos y hablaban con fluidez el húngaro, el latín el alemán, y el inglés.
Tan iguales, pero, a la vez, tan diferentes.
Rick (en sí, una buena persona) era mujeriego y muy manipulador. Nunca se detenía a pensar en otra persona que no fuera él o su hermana, volviéndose muy egoísta en esos últimos años.
Pese a todo, casi todos lo encontraban inteligente, amable y muy caballeroso
Elsa era el polo opuesto a su hermano.
Mientras que él se mostraba encantador y extrovertido, ella, en cuanto su padre organizaba una cena o un baile, buscaba cualquier pretexto para no asistir.
No era muy dada con la gente y la razón era que todos los del castillo la consideraban "extraña"
¿Y "extraña" porque?
¿Por preferir los libros y la pintura que los vestidos y las joyas?
¿Por querer aprender a pelear en batalla que comer en los banquetes?
Rick sonrió y dijo.
- Hermana, deja de leer por un rato, ¿no deseas practicar conmigo esgrima afuera?
- No, Rick, la verdad no tengo ganas...
- Vamos ¡no puedes pasarte la vida viviendo tras un libro!
Elsa frunció el ceño. No era la primera vez que su hermano usaba ese argumento para convencerla de hacer tal cosa.
No le molestaba su argumento, sino el hecho de que Richard tenía razón. Ella vivía a través de libros, de romances trágicos y batallas históricas. Parecía no tener vida propia.
- Está bien, Rick, pero solo será un rato. Sabes que padre no le gusta que llegamos tarde a almorzar-
- Como si nos importara. Ponte tu traje de entrenamiento, iremos al bosque, allí podremos practicar sin que ningún idiota nos mire mal.
Elsa sonrió débilmente y asintió con la cabeza.
Ordeno el volumen en la estantería correspondiente y fue junto con Richard a sus aposentos, a cambiarse el vestido por unos pantalones hechos a medida, negros y una camisa también negra.
Le encantaría tener otro traje de esgrima, pero eso era, en verdad, imposible. Su padre apenas si acepto el hecho de que Richard le enseñara a usar la espada y le regalara uno de sus trajes de pelea.
Se sentó en su cama y se cambió rápidamente los zapatos de tacón (que odiaba), por unas cómodas botas.
En cuanto salió, Richard la estaba esperando, dos espadas en mano.
La joven tomo su espada (que su hermano guardaba, ya que su padre no deseaba que su hija tuviera armas en su habitación bajo ningún concepto)
Ya en las caballerizas, sus corceles los esperaban.
Se montaron rápidamente y cabalgaron en rumbo hacia el bosque más cercano al castillo Dragomir.
El día se templaba, cambiado de frio a un clima más cálido.
Desmontaron y disfrutaron del Sol brindándoles calor a sus cuerpos.
Richard atacaba a su hermana con la espada, pero Elsa lo eludía.
Ambos hermanos adoraban esos ratos juntos, ya fuera con las espadas, cabalgando por toda la región, leyendo libros o solamente conversando, disfrutando de ese vínculo especial que los unía de pequeños.
Después de unos treinta minutos practicando, Richard observaba a su hermana menor orgullosa.
Hace veinte años, Elsa no sabía ni como sostener una espada. Ahora, con veintisiete años, era toda una experta.
Él siempre la veía como su igual.
- Padre desea casarnos pronto – soltó Elsa, mientras bajaba la espada y, por primera vez, la guardia en ese momento.
- Oh- fue la simple y vaga respuesta de Richard. La idea de casarse y atarse hasta la muerte con una mujer no lo atraía mucho, nada en verdad. El hombre tenía varias amantes en el castillo y en el pueblo y con eso satisfacía sus deseos carnales, así que ¿qué razón tenía el casarse?
Por otra parte, no deseaba ver a su hermana con un hombre que solo viera su título y pensara en ella como un objeto.
- Tranquila, Els no dejare que ningún estúpido te ponga una mano encima jamás.
- Gracias, Rick. Creo que lo mejor es que volvamos al castillo, padre a padre no le agrada que llegamos tarde a almorzar- agradeció Elsa, al tanto que se tranquilizaba un poco. Sólo un poco.
- ¿Y desde cuanto te importa lo que le agrade a padre?- mascullo Richard en una sonrisa cómplice, que su hermana compartió gustosa, mientras ambos se montaban en sus caballos.
Eso adoraba de su relación fraternal. Poseían una gran amistad y ya desde que Richard la vio en su cuna, a los seis años, supo que encontró una compañera de juegos y aventuras perfecta.
Elsa disfrutaba el viento en su rostro azotar su rostro.
Se prometió a si mismo esto: mantendría a Elsa y al a él felices y libres. Sin importar los costos o consecuencias.
Volvieron a las caballerizas, mientras unos criados miraban a Elsa con mala cara, debido a sus pantalones y su espada envainada.
Un fuerte ceño fruncido por parte de Richard hizo que esas miradas desaparecieran.
- ¿Qué le explicaremos a padre?
- Nada ¿porque le habríamos de explicar algo, Els?
Los criados corrían por todo el castillo, completando diversas tareas.
Elsa subió a su cuarto rápidamente, a cambiarse la ropa de entrenamiento por uno de sus vestidos de princesa.
- ¿Richard, Elsa? ¿Adónde se fueron?- inquirió Gorlois, al tiempo que los sirvientes ponían grandes cantidades de comida en la enorme mesa.
- Padre, yo y Els deseamos salir a cabalgar por el bosque. Luego de este tiempo horrible, es preciso salir a disfrutar la luz del Sol- explico solo su hijo, sirviéndose un poco de carne.
- Está bien, hijos – respondió su padre, aunque por dentro, hervía de furia.
Desaprobaba el comportamiento de Richard y, aún más, el de Elsa.
Ya desde niños eran una molestia, siempre con sus travesuras, y ahora, de adultos, eso solo se volvió, a los ojos del padre, mucho peor.
- Hoy organizare un banquete. Vendrán muchos nobles de las regiones cercanas. Les pido que se comporten, sobre todo tu, Elsa – sentencio con voz firme Lord Dragomir.
- Si, padre – respondieron los dos al unísono.
Richard le mando "esa" mirada a su hermana. Gorlois les pidió que se comportaran, mas nunca les pidió que se prometieran a comportarse..
"Padre, padre, después de casi 33 años deberías conocerme mejor" se dijo a si mismo Richard, bebiendo una copa de vino.
Su hermana lo imito.



Elsa trataba de respirar, pero eso era casi imposible debido al ajustado corsé que su criada personal, Sara, le ponía.
Y el vestido azul tampoco iba a ayudar mucho pensó la joven.
- ¿Sara, podrías dejar de ajustar tanto esto?- pregunto amablemente.
La muchacha rubia negó y respondió
- Ordenes de su padre, mi señora.
- Ahora debo ayudarla a cepillarse el cabello- anuncio Sara.
- Siéntese , por favor – pidió amablemente
- Sara, esto no es necesario, puedo vestirme y cepillarme el cabello yo misma. Sabes que sí –
- Lo lamento, mi señora, pero usted proviene de una familia noble y mi deber es servirla en todo- objeto Sara, pasándole el cepillo por el largo cabello negro azabache.
Elsa, por décima vez en el día, ahogo un suspiro de fastidio.
Odiaba que todos quisieran servirla, ¡cómo si no pudiera cuidarse sola, por el amor de Dios!
Finalmente, después de dos horas de preparación ("¡Dos horas! ¡Yo me visto sola en diez minutos!")
Bajo las escalaras y se sorprendió por la cantidad de príncipes, lords, duques y condes que estaban en el recinto.
Intento, en vano, hallar a Richard entre toda esa multitud de estirados.
Muchos nobles ("¡pervertidos!", pensó) le recorrieron el cuerpo con una mirada hambrienta.
Uno de ellos se acercó.
- Duque Pellinore, mi Lady Elsa. Permítame decirle que es usted una de las mujeres más hermosas que he visto- adulo su belleza ese tipo.
Elsa no hizo reverencia, odiaba que todos vieran en ella solo el exterior.
- Gracias, Duque. Pero mi hermano me ha llamado, he de acudir- se excusó la joven, dejando a todos los pretendientes con la cara casi roja del enfado.
Volteo para seguir buscando a Richard, mas su mirada palideció cuando sus ojos azules se encontraron con los de su padre.
- ¡Escúchame bien, Elsa Dragomir! ¡Me tienes harto, tú y tu hermano!- grito, en medio de toda la fiesta.
- Padre, esch...-
- ¡No voy a escuchar nada! ¡Te casaras, quieras o no! ¡Es tu labor de mujer!- y, sin decir más, la tomo del brazo y la obligo a subir escaleras arriba. Le apretaba con tanta fuerza el brazo, que parecía que se lo iba a romper.
- Padre, me lastimas- balbuceo la joven, intentando zafarse.
- Te he comprometido ya con el Barón Lanzelot.No tienes opción , debes ir a verlo ahora"




Richard, por su parte, se encontraba rodeado de hermosas mujeres, duquesas, princesas, ladies y condesas.
No supo cómo había llegado a esta situación.
El castillo rebosaba de invitados y no pudo hallar a su hermana en ninguna parte.
- ¿Lord Richard, que opina usted del...?- comenzó a decir una condesa.
- Condesa , perdone , pero he de buscar a mi hermana-
Ni siquiera se detuvo a oír los ruegos de las damas.
Algo andaba mal. El que su padre invitara a tantos invitados le pareció, ahora, sospechoso.
Era claro lo que quería lograr Lord Gorlois. Que los hermanos se encentran separados toda la noche.
Y sabía muy bien porque.
Abriéndose paso entre la multitud, logro ver a Sara, la sirvienta de Elsa.
- ¿Sara? ¿Y mi hermana? ¿Dónde está?
- Mi Lord, no sabría decirle...
- ¡Dime donde esta o te cuelgo yo mismo por desobedecer ordenas directas!-
La criada palideció y susurro
- Con el Barón Lancelot, ala norte del castillo-




Elsa y su padre llegaron a las puertas de una habitación.
-Padre, por favor...-
- Ahora tendrás que hablar con tu prometido. No me falles ¿entendiste?- sentencio.
La empujo tras la puerta y cerro con llave esta.
"Sólo tengo que esperar" se dijo Gorlois.
Elsa trato de abrir la puerta, y se desesperó al notar que estaba con llave.
El Barón Lancelot, un hombre de unos treinta años y cabello cobrizo, miro, divertido, como la joven continuaba tratando de salir.
Elsa suspiro y jugo su última carta: la diplomacia.
- Barón, no sé qué le habrá dicho mi padre, pero no estoy lista para casarme - dijo, firmemente.
- No importa, en cuanto te marque como mía nadie podrá detener la boda – susurro el, devorando el cuerpo de la joven con una mirada hambrienta.
Ella, aterrada, le atizo un puño en la cara cuando él se acercó, logrando que la nariz se le quebrara.
- ¡Estúpida! – se quejó el Barón, limpiándose de la nariz la sangre que manchaba ahora su rostro.
La joven grito del terror cuando el hombre la tiro al piso.


Richard, tras unos minutos de correr como un loco en el castillo, llego al ala norte y, aterrado, oyó gritos. Los gritos de su hermana.
Su padre parado en la puerta, desde los que se oían los gritos de Elsa.
Furioso era decir poco, para describir lo que sentía Rick.
Empujo a su padre al suelo y pateo la puerta con tal fuerza que la rompió.
Su hermana, su hermana en el suelo, llorando, gritando y tratando de luchar con Lancelot, que trataba de violentarla.
Richard desenvaino su espada y tomo al desgraciado por el cuello. Le estoco el arma en el estómago Se volvió rápidamente a Elsa, que respiraba con dificultad en el piso.
La abrazo, tratando de calmarla.
- Tranquila, Els. Ya paso, todo está bien. Yo estoy contigo, nunca más me iré de tu lado. Yo te protegeré ¿eh?-
La joven, llorando a mares en su pecho, con su vestido azul ahora hecho tiras.
Por unos segundos que para ambos hermanos parecieron una eternidad, Richard ayudo a Elsa a ponerse de pie.
- Rick, tus ojos... están rojos - balbuceo con la voz aun quebrada, mirando a los ojos del color de la sangre.
Él observo a su hermana. Sus ojos rojos, contrastando tanto con su belleza glacial, resplandecían en la habitación.
- Els, tus, tus ojos también.
Se quedaron así un minuto, Richard reconfortando a Elsa.
- No puedo creer que padre planeo que me hicieran esto...- decía ella, entre sollozos, otra vez.
En ese momento, Gorlois entro a la habitación
- ¡Richard Dragomir! ¡¿Cómo osas golpear a tu propio padre?!-
- ¿Y tú, padre? ¿Cómo osaste planear que le hicieran algo así a Elsa?- aulló Richard, conteniendo la furia, mientras ponía a su hermana detrás suyo.
- ¡Es su labor de mujer seguir manteniendo la casa Drago...!
- ¡Cállate! ¡Si vuelves a permitir que la toquen, vas a pagar caro!
- No serias capaz...
- ¡Después de lo que vi ya no hay nada de lo que no sería capaz!-grito Richard, aun más fuerte, mientras su hermana tomaba fuertemente su mano.
- Richard, vámonos, quiero ir a mi cuarto....-
Él tomo a su hermana del brazo todo el tiempo, con delicadeza, tratando de calmarla.
En unos minutos llegaron al ala sur del castillo, Richard se detuvo en propia habitación un momento y saco la espada de Elsa.
- Toma, por favor. Esta noche, dormiré contigo, para que nada de "eso" vuelva a pasar.
- Gracias, Rick , gracias por todo- agradeció Elsa , mientras continuaba llorando sobre su hombro, sin poder tranquilizarse.
- Tranquila, ya todo paso – continuo, mientras caminaban a la habitación contigua, que era de la Elsa.
Richard espero en una silla a que su hermana saliera del cuarto de baño, donde se cambió de vestido, uno verde, ya que el otro estaba hecho tiras y se le veía gran parte del corsé.
Elsa se secó las lágrimas que cubrían sus ojos.Por fortuna, Richard detuvo el desgraciado antes de que pudiera llegar más lejos.
Se culpó a sí misma por ser así , tan débil , tan estúpida para confiar en el bastardo que tenia por padre.
Se acostó luego en la cama, con la espada a un lado, mientras él cerraba la puerta con llave y se acostaba en el piso, también con la espada cerca.
- Rick, tus ojos, los míos, estaban rojos – balbuceo la joven.
Desde que su intento de violación había pasado, no hacía más que balbucear.
- De eso nos preocuparemos mañana. Tú descansa, mañana...- se quedó estancado en medio de la frase.
¿Qué harían ahora? Gorlois seguía siendo el padre de Elsa y el que ejercía presión sobre ella. Aunque a ambos les doliera admitirlo, Elsa era "propiedad" de su padre.
Así que Richard pensaba en las posibilidades para salir de ello, ¿acaso podrían el matar a Borlaos sin que nadie se diera cuenta?
Por supuesto que sí, en el bosque crecía un hongo venenoso, que casi todos confundían con una común.
Si encontraba una manera de...
Se volvió a su hermana, preguntándole si quería asesinar a su padre a su lado.
Elsa dormía, la respiración, tan agitada antes, ahora calmada.
Él cerró los ojos, intentando dormir. La venganza, después de todo, era un plato que se servía frio y en familia.



"¿Dónde estoy?" se preguntó Elsa. Esa habitación era idéntica a la suya en el castillo de su familia, aunque mucho más grande.
Abrió los roperos y hermosos trajes de esgrima, bellos vestidos y a la vez simples deslumbraron sus ojos.
Volteo y enormes estanterías repletos de libros hermosos.
Sonrió, cada una de esas paredes gritaba "¡Elsa!" por todos lados.
Se detuvo ante un libro encuadernado en piel, cuando oyó esa voz, tan familiar, pero, a la vez, tan aterradora.
Con los nervios y el miedo a flor de piel, se volvió.
Su corazón se tranquilo al ver que sólo era su hermano, parado en el marco de la puerta.
Pero, en cuanto le hecho un segundo mirada, noto que algo andaba mal en él. Terriblemente mal.
"Ese no es mi hermano" se dijo a si misma Elsa.
Richard había palidecido muchísimo y su sonrisa era cruel y sádica, con un deje de cariño cuando la miraba.
¿Vamos a cazar, Elsa?- inquirió él.
Ella comenzó a temblar. A ella nadie la engañaba, ese no era Richard, sino un demonio.
Retrocedió unos pasos, mientras Richard parecía sorprendido y confuso, aunque con un deje toque de burla.
Elsa se volteó y, de la nada, un espejo se corporizo en el aire.
"Esta tampoco soy yo" se dijo, asustada, al ver "su reflejo" en el espejo.
Ella era idéntica a Richard, pálida cual mármol y más hermosa que nunca.
Eso no estaría tan mal, si no fuera por sus ojos eran apagados, vacíos y rojos.
Todo se hizo oscuro de nuevo e imágenes pasaron revoloteando en su mente.
Seres siniestros, lobos, ángeles y demonios. Y batallas crueles entre ellos.


Richard oyó a su hermana gritar, despertándose al momento.
Tomo su espada, listo para ayudarla, pero se detuvo al ver que no había nadie más en la habitación que ellos dos.
A la luz de las velas, el rostro de su hermana se veía cubierto de sudor.
- ¿Els? ¿Que...?
- Tuve una pesadilla, Rick, fue horrible...-balbuceo ella, llorando.
Richard fue hasta la cama y tomo la mano de su hermana y la observo detenidamente. Sus ojos, otra vez, del color de la sangre.
- Elsa, vamos a la biblioteca- propuso él.
- ¿Para qué?- inquirió ella, aún sin comprender.
- Solo hazme caso, tenemos que averiguar que está pasando con nosotros – argumento Richard. 
Elsa tomo dos velas y se ató su espada a su cintura.
Richard abrió la puerta con sigilo y observaron el pasillo desierto y oscuro.
Las velas iluminaban unos pocos metros, pero ellos, que conocían el castillo de memoria, no les fue difícil hallar un atajo a la biblioteca.
- ¿Exactamente que estamos buscando, Richard?- pregunto Elsa, mientras encendía las velas de la biblioteca.
- Explicaciones, sobre... sobre nosotros. Sé que una leyenda de terror de un ser con los ojos rojos la leí cuando era pequeño y tu aun no habías nacido.


Richard tenía seis años. Su madre estaba encinta y él esperaba con ansias a su nuevo compañero de aventuras.
Estaba sentado en una alfombra de lana, con los ojos azules chispeando.
Era una criatura preciosa y, a pesar de eso, impetuoso e independiente, único ser en toda la comarca de Gorlois no podía controlar.
Jugaba con caballos de madera, pero se aburrió enseguida. Quería más juguetes, eso estaba decidido. Se lo pediría a su madre con tono inocente y, a los ojos de los otros, ladinos. Su padre estaba fuera. Como siempre.
A Richard le desagradaba su padre, mas adoraba a su madre.
Ella le contaba que deseaba que su nuevo bebé fuera una niña, con la piel más blanca que la nieve, ojos azules como el cielo nocturno y cabellos negros como el ébano.
-¡Como yo, mamá!- dijo el niño, a estas alturas no le importaba que fuera, sino que naciera y que le hiciera compañía en ese castillo vacío.
- Si, Rick, como tú .Quiero que mis dos príncipes de los cuentos de hadas crezcan sanos y felices...- decía su madre.
-¿Pero no deseas que le diga a padre que tú quieres que el bebé sea niña, no?-pregunto entonces el, con tono austero al referirse a su padre.
Lady Dragomir sonrió, en parte triste y en parte encantada por su innegable inteligencia.
Si, Rick. No hemos de decirlo nunca a tu padre. Deja que sea una sorpresa ¿eh?-
Si, mamá... hablando de eso ¿me compras otro caballo?
¿De carne y hueso o de madera?
No sé, si quieres comprarme uno de verdad, me encantaría. Ese sería uno de mis deseos. ¿Tú que deseas, mama?
Humm, deseo que tu hermana nazca sana y que tu padre deje que le ponga Elsa ¿te gusta ese nombre?
Si –
Mi segundo deseo seria que ustedes fueran felices por toda la eternidad. Y mi tercer deseo , que practiques un poco la lectura-
¡Mamá! ¡Ya me he leído todos los libros que mi tutor me mando que leyera! ¡Es un explotador e idiota! – se quejó el niño, poniéndose de brazos cruzados. ¡Él quería un caballo, no leer!
Yo no sé leer, Rick. Mi padre nunca me dejo aprender y que encanta que me leas cuentos-
Mamá , los cuentos infantiles son tontos ...
¿Por qué no vas a la biblioteca y me lees un cuento que no sea tonto?-
¿Tendré mi caballo?
Ya veremos...-
Rick levanto su pequeño cuerpo de la alfombra y corrió hacia la biblioteca.
¿Qué cuento no era tonto? ¿Uno de aventuras? No, se los sabía de memoria.
"¡Sí!¡Uno de miedo! "pensó, corriendo a la sección de libros "Prohibidos" del castillo.
Obviamente, su padre le prohibió entrar a esa sección de la biblioteca.
¿Pero quién podía imponerle reglas a Richard Dragomir? Bueno, su madre era la excepción.
Nunca antes recorrió con la mirada azul esas estanterías casi ocultas.
Un libro le llamo la atención. Moroi" rezaba la portada.
Según las lecciones de su tutor "Moroi" era una palabra en rumano que significaba "No muerto"
Al niño le dio curiosidad y decidió leerlo en una silla.
Hablaba del poder del Diablo sobre la Tierra, de sus servidores, bebedores de sangre humana, poderosos, fuertes... inmortales.
Como en todos los libros, solo había un dibujo a modo de ilustración.
Un hombre siendo mordido por un Moroi y sus ojos pintados de rojo.
Dio un respingo al notar una presencia en la sala.
Gorlois, con los ojos llenos de furia al ver lo que su hijo tenía en sus manos.
Padre...-
El hombre lo golpeo en el estómago y luego pateo su pequeño cuerpo.
¡¿Cómo osas leer ese libro, Richard Dragomir?!
El pequeño se tambaleo y se limpió la sangre que corría por su precioso rostro infantil.
Padre, yo no...-
¡Silencio! ¡Ahora mismo voy a hablar con tu madre! ¡Ella es la que tenía que impedir que tu hicieras de las tuyas!- y, sin decir más, lo tomo del brazo y lo saco de la biblioteca, rumbo a la sala de estar.
Richard trato de explicarle, en vano, a su padre que el verlo así, le haría mal a su madre y a su hermano.
Lord Dragomir, sin importarle nada, lo llevo a la sala de estar
¡ Gorlois!- grito del asombro y del terror Lady Dragomir, al ver a su amado hijo cubierto de sangre.
¿Quién le ha hecho esto?
Yo ¡y bien merecido se lo tenía! ¡fue a la sección de relatos oscuros y leyó... leyó, no sé qué leyó, pero lo leyó! –
Borláis, es solo un niño... -
¿Acaso tu estas con él?- dijo el Lord, dándole una fuerte bofetada a su esposa.
¡Mamá! – dijo Rick.
Y no pudo creer lo que vio a continuación. El estómago de su madre sangrando.
Una criada, que pasaba por el pasillo, saco al niño, mientras otro se encargaba de llamar al doctor.
Luego de unas unos treinta minutos, Richard y su padre estaban esperando las noticias.
El niño no dejaba de llorar, era su culpa, pensaba. Su culpa.
En ese momento, el doctor salió, con las manos cubiertas de sangre, pero, al hablar, no se dirigió a Gorlois, sino a Richard.
Pequeño , tu madre quiere hablarte –
Sí, señor – respondió el y entro a la habitación.
Lady Dragomir sostenía un pequeño bultito con alegría.
Rick se acercó y su madre le paso a la bebé.
Es Elsa, Elsa, Rick – dijo ella. no no no
Si, mamá, es mi hermana. Es preciosa – respondió, con orgullo.
Tu deseo se cumplió , mami-
Rick, perdóname y también le pido perdón a Elsa, ya que no podre estar más con ustedes físicamente. La muerte viene por mí –
¡No, mami! ¡Por favor no nos dejes!-
Es la ley de la vida. No culpes de esto a tu hermana...
Els no tiene la culpa...- afirmo el, mirando a su hermanita dormir en sus brazos.
Tu padre le echara la culpa. Y también a ti. Pero nunca estarán solos, se cuidaran entre ustedes y yo estaré cuidándoles desde el Cielo. Sean fuertes y, sobre todo, felices­- dicha estas palabras Lady Dragomir, se sacó el anillo que llevaba en la mano derecha y se lo puso en la palma de las mano a su hijo.
Dale este anillo a la mujer que ames en verdad...- concluyo, mientras sus ojos se cerraban.


Ahora 27 años después Lord Richard Dragomir encontró el libro "Moroi" de nuevo.
Ya lo olvido hace tantos años, hace unas horas, ese recuerdo, ese trauma, lo volvió a atacar.
¿Qué hacer ante esa posibilidad? ¿De que ellos terminaran siendo Moroi?
Elsa se sentó en una silla y con Richard brindándole luz con su vela para la lectura, leyó el libro de apenas diez páginas.
Era un libro sumamente corto, pero tenía detalles tenebrosos y perturbadores.
Al llegar al final, Elsa observo el dibujo del Moroi, con sus ojos rojos.
Rojos como los que ella y su hermano tenían ahora.
- ¿Quieres decir que esto somos ahora?- inquirió, con la voz quebrada por el terror.
- Es solo una posib...-
Richard se quedó con la respuesta en la boca.
- Elsa, guarda el libro en su lugar...- dijo con voz baja, casi inaudible.
- ¿Padre?-
- Si , está muy cerca
- ¿Cómo puedes oírlo?- pregunto ella de nuevo.
- Mantente callada, nos iremos por la otra puerta.
Ella rápidamente, guardo el libro en su estantería y sigilosamente, salieron por la puerta de salida.
Richard sostenía la mano de su hermana, para que no se perdiera en la oscuridad, mas eso no les sirvió de mucho.
En cuanto doblaron una esquina, estaban rodeados de soldados.
-Él ni siquiera es un Lord...- comento uno de ellos con desprecio, mientras desenvainaba su espada.
- ¡Es un brujo! – se burló.
- ¡Lord Dragomir vio el mismo sus ojos volverse rojos!
"¡Mierda!"pensó Richard, mientras él y Elsa desenvainaban sus espadas también.
Los soldados se rieron al ver que Lady Elsa también pensaba sumarse a la pelea, pero pronto uno de ellos dejo de reír cuando la espada de la joven le atravesó la garganta.
- ¡Els, cuida tu defensa! – decía su hermano, mientras con una estocada mataba a otro soldado.
Los hermanos Dragomir se defendían muy bien, pero lo cierto era que los demás eran demasiados.
Cada vez que mataban a uno, aparecía otro y así sucesivamente, hasta que solo quedaron tres.
Para Elsa, que era su primera pelea real, lo único que le importaba era que ella y Richard salieran vivos de esto.
Mas en cuanto desarmo a un soldado y se dispuso a darle una estocada, sintió un filo justo en su cuello.
- Siempre supe que eras sólo una carga- la voz de Gorlois sosteniendo un cuchillo sobre su cuello e inmovilizándola con un brazo, hizo que la joven titubeara.
Richard estático, vio la escena con terror.
Gorlois planeaba matarlos a ambos.
- Pero que carga más estúpida resultaste ser. Debí matarte cuando naciste...
- ¡Déjala!- grito Rick.
- ¡Suelta la espada, entonces!
Richard, a regañadientes, pero sabiendo de antemano que era su única opción, lo hizo.
- ¿Ves estúpida? Siempre vas a necesitar un hombre que te proteja - comento Gorlois.
- Te equivocas...- comenzó a decir Elsa, mientras sus ojos azules se volvían del color de la sangre. De inmediato y con una velocidad nunca antes vista, se soltó del agarre de Lord Dragomir y le clavo su espada en el estómago.
- Yo no necesito a nadie que me proteja.
Su hermano, a la misma velocidad, tomo su espada del suelo, pero después lo pensó mejor.
Sonrió con maldad, la maldad que siempre estuvo en su interior, los ojos se le volvieron rojos otra vez.
Y, ante la mirada atónita del hombre, sus colmillos crecieron y los clavo contra el cuello de su ahora víctima.
Se volvió hacia su hermana, mientras el tipo gritaba del terror y dolor.
Sus ojos la miraron con complicidad tenebrosa.
La mente de Elsa era un caos total
"Hazlo, hazlo , sé como Rick. Sé cómo él, vamos ¿qué importa si matas a otro desagraciado?"
En sus labios se curvo una sonrisa, idéntica a la de su hermano.
Sus colmillos crecieron de igual forma, tomo a uno por los hombros e inco sus colmillos en el cuello del soldado.
Bebió sin parar, disfrutando del sabor de la sangre caliente correr por su garganta.
Cuando se dio cuenta, el hombre espiraba en sus brazos.
Sintió una mano tocándole el hombro, una mano fría.
Sabedora de quien se trataba: Richard.
Tomaba del brazo al último soldado, que lloraba, implorando suplicas y un perdón que jamás llegaría.
- ¿Qué quieres hacer con él, Elsita?
- No podemos matarlo. Tengo... otros planes para el-propuso ella, limpiándose la sangre que cubría su bello rostro.
- No lo dejes escapar, Rick...- dijo, utilizando un tono de juego, sólo para hacer sufrir a su víctima aún más.
- Un, dos, tres ¿quién dice que voy a dejarte escapar? - usando el mismo tono, sólo que mucho más siniestro.
El hombre, callado, ya que el terror no lo dejaba hablar, se inca de rodillas ante los dos hermanos moroi, suplicando piedad.
- Mírame a los ojos – ordeno Elsa, alzándole la barbilla.
"Tú mataste a nuestro padre, fue una rebelión que planearon con todos estos soldados. Nosotros fuimos a defender a Lord Dragomir, pero ya era tarde. Finalmente, lográramos reducirlos. Tú eres el culpable"



Greta despertó en medio de la noche, casi el alba, por causa de unos gritos.
Abrió la puerta y se encontró a Lady Elsa, en camisón, llorando, diciendo palabras inentendibles como "padre" "soldados" "asesinos".
Lord Richard, llorando, pero tratando de calmar a su hermana después de todo, le dijo a Greta que su padre Lord Gorlois Dragomir fue asesinado por sus propios soldada dos en un acto de rebelión.
Le pidió a Greta que llevara a Elsa y le diera un té de hierbas para calmarla.
Los dos le relataron que en medio de la noche, la joven escucho golpes de su padre en la puerta.
Gorlois les explico a sus hijos que un grupo de soldada dos se rebelaron y tratativa de acabar con la vida de su padre.
Corrieron buscando escapar, pero, por desgracia, todos los sirvientes se encontraban durmiendo y no sabían si los otros soldados (que se alojaban en el ala sur del castillo) no estaban también confabulados en su contra.
Comenzaron a luchar ellos tres con una veintena de hombres, pero, a pesar de que los jóvenes Dragomir sobrevivieron, Gorlois perdió la vida.
Richard atrapo al desgraciado que mato a su padre y que ahora encerrado se encontraba en las mazmorras del castillo, para que hablara, sobre cuantos se confabularon en realidad para el ataque.
Greta sintió compasión por los dos jóvenes. Había conocido a Lady Dragomir y fue una buena persona... Lord Dragomir, no tanto.
En realidad, todo lo contrario, pero sintió pena por los jóvenes Lord que acaban de quedarse huérfanos del todo.
Todos en el castillo conocían al soldado, Rellinand, uno de los hombres de confianza del Lord.
El tipo confeso que ellos veinte lo planearon todo, en verdad, sólo querían el oro que Gorlois escondía en su bodega, pero jamás pensaron que él y sus hijos pusieran tal resistencia.
Y también matar al Lord, debido a los malos tratos que siempre ellos recibieron de él.
Lord Richard, junto con su hermana, lo condenaron a pena de muerte, en la horca.
Sara fue a preparar a su señora para el funeral de su padre.
Se mantuvo callada, quieta, y sin proferir queja alguna sobre su corsé, sus zapatos o sobre el abultado vestido negro que la sirvienta le ayudo a ponerse.
Enterraron a Lord Dragomir junto con su esposa y vinieron muchos nobles de las comarcas cercanas a darles sus condolencias a los hermanos Dragomir.
- ¿Y ahora qué hacemos?- pregunto esa noche Elsa, que se la paso riendo por dentro, al igual que Richard, todo ese día.
- Nos iremos de aquí, no quiero...
- Que nadie me ponga una mano encima jamás. Pero, hermano, ya no es necesario que me estés cuidando. Por primera vez en mi vida me siento poderosa, invencible. Nadie volverá a hacerme daño...
- Déjame terminar. No deseo que tus poderes Moroi tomen influencia en ti. Ya nos alimentamos de esos soldados ayer, pero, con el tiempo, se darán cuenta (y no creas que son estúpidos, Els) que muere gente de "enfermedades extrañas" en el castillo Dragomir.Así solo lograremos correr rumores, sospechas. Y muchas veces los rumores y las sospechas traen verdades.
- Tienes razón. Debemos irnos, no soporto más esta vida de mierda que Gorlois me quiso hacer llevar.
- Vaya, hermana, jamás oí ese lenguaje por tu parte.
- Considéralo un renacer para ambos Richard.
- Apresuremos las cosas, nos vamos esta noche.
- ¿Esta...?- los planes de ella era otros, menos precipitados.
- No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy – argumento Rick, bebiendo un sorbo de vino.
Fue fácil, tan fácil convencer a los sirvientes que deseaban darse un respiro de todo lo acontecido e ir a las tierras que eran, antaño, de su difunta madre, a pensar las situaciones vividas mejor.
Elsa se cepillaba el pelo, sonrió, su última noche allí, la última noche de Lady Dragomir en ese castillo vacío y frio.
Un grupo criados, cargo todas las pertenencias de ambos en una caravana de carruajes, junto con todos los tesoros de los Dragomir.
En total, veinte carruajes, tres de ellos con las pertenencias de los hermanos desfilaron por los oscuros caminos de la noche.
Elsa jugueteaba con su pelo, mientras con la otra sentía el viento  correr por los verdes prados.
Richard sonreía al ver a su amada hermana feliz por fin.
Del "problema" de cómo se convirtieron en Moroi sin ser mordidos, lo verían después.
En el mismo carruaje, observaron el Sol esconderse en el horizonte.
Y ambos canturrearon, a ellos y al viento.

"Si nadie promete un mañana..."
1S/



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