jueves, 17 de noviembre de 2016

Capítulo 4 : La Condesa Sangrienta , parte II

Capítulo 4 : La Condesa Sangrienta , parte II




Durante esos diez años, Marcus Báthory escribió más de treinta diarios, algunos de ellos pergaminos, donde relataba lo que al principio fue un escrito de un niño inocente asustado por sus pesadillas.
Pero, con el pasar de los años, la entrada de Marcus a la adolescencia y, sobre todo, las muertes de las jóvenes, no solo del castillo, sino también del pueblo y los alrededores, la situación cambio totalmente
El ahora adolescente de 19 años ya dejo de ser un niño tonto que creía que su madre "era buena", sino la verdad.
Era un monstruo .Ella era la culpable de los casi 600 muertes de mujeres de Čachtice.
"Hoy es el día" se dijo Marcus, mientras empacaba sus pertenencias. Paul hizo lo mismo.
Su hermana Ana se casó hacía ya un tiempo y el arreglo para que se llevaran a Úrsula con ellos, según su madre, a buscarle esposo.
- ¿Paul, podrías avisarle a madre que ya casi termine con esto? Que traiga a Frederick o a Emma para que nos ayuden.
- Emma está desaparecida, Marcus. No sé qué pasa con las chicas del pueblo, padecen enfermedades que las llevan casi a la extasían...- murmuro su hermano, con desgano.
- Ahora, madre habla de buscar sirvientas en los poblados cercanos. No sé si hacemos bien en irnos los tres , la dejaremos sola-
- No olvides que nunca está sola. Tiene a Alfred, a Tobby y no sé a cuantos más en su cama – respondió despectivamente Marcus, mientras ordenaba su ropa.
- Sí, tienes razón. Pero, igualmente, no debes hablar así de madre. Es una falta de respeto. Oye, hermano, ¡qué olvidadizo te has vuelto en los meses! Aquí , en la mesa , está el libro que el Padre Pedro te presto –
Marcus ahogo un gruñido. ¡Qué Paul no entendía que él quería irse de ese castillo de muerte y sangre cuanto antes! ¡Menuda conexión entre mellizos!
- Sí, sí, lo iré a devolver en cuanto acabe de empacar. Tú ve con madre y dile que traiga a Frederick aquí –
- Sí, sí ¡qué carácter! – mascullo Paul, logrando que su mellizo ahogara una risita.
Genial, Paul cerró la puerta. Marcus ni lento ni perezoso, se metió debajo de su cama y abrió por última vez el escondite de sus diarios.
Aseguro bien la tabla floja con una mano, mientras que con la otra sostenía sus escritos macabros y salió de debajo de la cama.
Guardo todos los pequeños diarios en su maleta, escondiéndolos entre sus ropas.
Hace tiempo que deseaba irse de allí.
El castillo Čachtice cambio completamente esos nueve años. Los campesinos que antaño enviaban a sus hijas a trabajar allí por alimento y techo, ahora sabían que de hacerlo, no saldrían con vida.
El joven escondió mejor el último diario.
Cerró su maleta y sonrió.
Tenía pruebas de las matanzas de su madre y encontraría la forma de dárselas al rey Matías II de Hungría.
Pero, como en muchas ocasiones, su mirada se iluminaba, luego se oscurecía
No, se dijo, no habría probabilidades que el rey le creyera a las pesadillas de un adolescente de 19 y, menos aún, a un niño de seis.
Pero, de todas formas ¿quién sabia? Era muy de seguro que sus diarios, junto con los rumores de su madre corriendo por el pueblo, pudieran hacer que Elizabeth recibiera el castigo tan merecido.
Ahora iría a devolver el libro al Padre Pedro.
Fue abajo y un fuerte hedor a sangre muerta.
Sus hermanos no podían notarlo, pero el sí. Desde hace mucho, mucho tiempo.
- ¿Marcus?- la voz de Úrsula lo asalto de repente de sus pensamientos.
- ¿Has visto mi broche de oro? – pregunto su hermana de casi 22.
- No, Úrsula, no he visto nada que los sirvientes no te hayan dejado en tus habitaciones. Si me disculpas, tengo que devolver este libro al Padre- contesto él.
- ¿El Padre Pedro? ¡Mándales saludos de mi parte!- dijo Úrsula, mientras su hermano menor salía por las puertas, rumbo a la caballeriza.
- ¡Bien!- respondió Marcus, mientras cerraba las puertas.
Espero el momento en que él y sus hermanos escaparan con vida de allí, del maldito castillo manchado de muerte y sangre.
Llego el pueblo y, como de costumbre, ya ningún aldeano subía la vista para mirarlo.
"Cada vez Elizabeth mata más jóvenes" se dijo a si mismo al ver que allí eran la mayoría hombres. Una o dos mujeres temblaban al verlo.
Marcus deseaba decirles que todo se acabaría muy pronto, cuando hablara con el Rey Matías y le expusiera las pruebas.
Camino hasta la Iglesia y entro en la pequeña capilla, incomodado por las reacciones que la gente ahora tenía al verlo a él y a sus hermanos en el pueblo.
La capilla era muy pequeña, pero estaba adornada con hermosos vitrales, que la Condesa misma pago, algo en verdad perturbador.
El Padre no estaba solo. Una pareja de mediana edad lloraba y se lamentaba de la muerte reciente de su hija.
Marcus sintió que se le oprimía el corazón.
- Ya, ya, su hija esta con Dios y no querrá verlos así desde el cielo – hablo el Padre, al tiempo que los acompañaba a la salida.
El joven se apartó de la salida y les dio su pésame a los padres de una de las victimas más recientes de la Condesa.
El religioso cerró la puerta y observo al joven Báthory.
- Padre, he venido a devolverle este libro que me presto. Muchas gracias, disfrute mucho su lectura.
- De nada, Conde Báthory. Tengo entendido que usted y sus hermanos se marchan del pueblo mañana. ¿Adónde irán?
- A buscarle un esposo a Úrsula, esa es nuestra mayor prioridad- mintió él, alcanzándole el volumen.
- Joven Báthory, no sé si usted se tomara a mal lo que le voy a decir, pero, aquí y en algunos otros pueblos, comienzan a llamar a... no olvídelo, es... - comenzó a decir el , algo indeciso
- ¡No! Siga por favor- lo animó el joven.
- Han empezado a llamar a su madre la Condesa Sangrienta. Sé que para usted es un insulto para ella y para ustedes pero todo...
- Tiene un fundamento. Lo sé, Padre. Que esto quede entre nosotros, pero...yo también lo sé. Sé que Elizabeth Báthory es...
- Una asesina...- completo el cura.
- No, más que eso. Un demonio de ojos rojos que chupa sangre de sus víctimas-
Pedro se quedó con los ojos abiertos y luego reflexiono.
-¿Lo ha visto usted mismo?
- Si, de niño-
- Válgame el Cielo. Esto es más horrible de lo que pensamos...- murmuro el otro con terror.
- Su madre es un vampiro- sentencio , mientras se restregaba las manos.
-¿Qué?
- Es un demonio creado por Satanás, inmortal y poderoso. Se alimenta de la sangre humana y eso lo mantiene joven y fuerte. ¿No ha notado que la Condesa no envejece?
- Sí, la verdad...- la verdad era que su madre seguía teniendo la apariencia de una mujer de cuarenta tres años.
- Debemos matarla. Sólo así salvaremos su alma – sentencio Pedro.
Marcus ahogo una risa irónica alma de la Condesa (si es que alguna vez la tuvo) no merecía ser salvada.
- ¿Cómo se puede matar a un vampiro?
- Ajo , agua bendita , símbolos religiosos , una estaca clavada en su corazón y la luz Solar-
- No, la luz Solar no – contrario él.
Al ver la cara de asombro del otro
- Elizabeth sale a la luz del Sol todos los días. Es imposible matarla así Pero estoy seguro de que ella es un vampiro. Tengo pruebas, padre. Con la ayuda del Rey Matías de Hungría entonces podremos hacer justicia. He de volver al castillo.Elizabeht debe esperarme-
- Conde Báthory- dijo Pedro, mientras el joven salía por la puerta.
- Que Dios lo proteja-
- Gracias,Padre.Mi hermana le envía saludos-
Regreso al castillo Čachtice.
Después de un almuerzo callado (como siempre) entre el, sus hermanos y su madre, los tres estuvieron listos para irse a Transilvania.
- Adiós, madre – se despidió Úrsula, haciendo una ligera reverencia a Elizabeth.
Sus hermanos menores la imitaron. En ningún momento la Condesa mostro signos de dolor o tristeza al quedarse "sola" en el castillo.
Los días siguientes viajando en carruaje, llevaron a Marcus a preocuparse más y más. Si Elizabeth era una vampiresa entonces era más peligrosa de lo que él jamás imagino.
Sólo esperaba que todo saliera de acuerdo con el plan...




El Rey Matías de Hungría dejo de firmar unos papeles y de revisar unos documentos, cuando un criado le trajo la noticia de que el Conde Marcus Báthory pedía una audiencia con él.
El hombre dejo de firmar y se preguntó a si mismo porque un Báthory había ido hasta él.
En unos pocos minutos, el joven entro a su oficina en el palacio.
- Conde Báthory –
- Mi Rey- dijo Marcus, haciendo una reverencia.
"Esto es en verdad una peculiaridad extraña" pensó Matías.
Gabór, primo de Elizabeth, se había metido pronto en una guerra contra los alemanes por complejas razones políticas. Esto la ponía en peligro de ser acusada de traición por él.
¿Por qué un Báthory se arriesgaría a ir a su palacio?
- Tengo algo que mostrarle – siguió hablando el joven, al tiempo que sacaba unos libros de la bolsa que llevaba.
Los deposito uno por uno. Treinta diarios en total y dos o tres papiros.
- ¿Qué es esto?- urgió el rey.
- ¿Ha oído de los asesinatos en las tierras que pertenecen a mi familia?- inquirió solamente él.
- Sí –
- Lea, al menos, los diarios y luego deme su opinión. Tome su decisión pronto, no queda mucho tiempo. Cuando Elizabeth termine de asesinar a cada mujer del pueblo, seguirán los otros poblados. Más gente inocente morirá. Yo me quedare aquí, sentado en su escritorio, mientras usted termina su lectura....
"¿Qué tengo que perder? "pensó Matías, tomando el primer libro e iniciándose en la lectura. Quizás podría quedarse con las tierras de la Condesa si encontraba algo "interesante" en esos diarios.
Tomo el primer diario y se asombró al encontrar la letra de un niño, que, párrafos más adelante, se enteró de que era la caligrafía del propio Marcus.
Lo que al principio le parecieron un simple registro de las pesadillas de un pequeño de seis años, pronto se convirtió en un relato de horror y de sangre.
Desde la perspectiva(al principio de un niño) los pequeños fragmentos del diario se volvieron siniestros. Anotadas con fecha y año, todos los asesinatos de Elizabeth Bathory, aunque el propio pequeño niño siempre escribía al final de las anotaciones "Debe ser casualidad".
El rey alzo la mirada entonces al joven.
- Eso pensaba yo, porque era tan estúpido que amaba a Elizabeht.Cuando termine de leer el primer diario, por favor, no se detenga hasta leer el cuarto. Allí es cuando mi amor hacia la Condesa cambia radicalmente.
"Tenebroso" eran las palabras que describían a la perfección los tres diarios, aunque escritos bajo del punto de vista de un niño, eran horribles.
Incluso con el odio que le tenía a su madre, Matías no pudo evitar sentir lastima por Marcus.
Le era imposible que una persona cometiera todos esos asesinatos.
Alzo la vista otra vez a Marcus. Se mantuvo en pie y sin sentarse en ningún momento las casi dos horas que él estuvo enfrascado en su tenebrosa lectura.
Sí, pues los diarios eran eso, un registro de muertes tenebrosas y siniestras.
El Rey Matías no encontraba otras palabras para describirlas.
Al cabo de tres horas más, dio por terminada su lectura terrorífica con el diario número 30 y miro al Conde Bathory.
- ¿Esto es verdad?- pregunto.
- Si, cada parte. La Condesa Elizabeth Bathory es un vampiro...
- Marcus, deliras, lo que tiene tu madre es una enfermedad mental.
- Es porque lo es. Lo vi con mis propios ojos a la edad de seis años y no quise admitirlo ante mí mismo hasta que cumplí 13.Píenselo. Luego, deme su veredicto, por favor. Me llevare mis diarios –
- ¿Todos...?-
El joven reprimió una sonrisa. ¿Acaso el rey le creía? Mejor para él, pues, de lo contrario, Elizabeth mataría a cada mujer de Hungría en muy poco tiempo. Además, formaba parte del plan.
- Rey, solo deseo pedirle una petición, si es que decide creer mi verdad – comenzó a decir, mientras guardaba sus diarios en su bolsa.
- ¿Cual?-
- Amnistia.Para mí y mis hermanos. Sé lo la rivalidad que tiene usted con la Condesa y no deseo que mi hermanos salgan heridos o afectados de ninguna forma por ello - respondió astutamente el, mientras le daba las gracias y se iba.
"Esto es interesante" se dijo Matías.
"Si tan solo pudiera usar esto en mi favor y quedarme con todas las posiciones terrenales de la familia Bathory. Lo deseo desde hace mucho. Y, soy un Rey nombrado por Dios, así que ¿porque no hacer justicia por Dios ante Elizabeth?"



Así paso un mes. Marcus no se quedó en Hungría, sino con sus hermanos en Transilvania.
La pasaban muy bien, Catalina tenía muchos pretendientes y eso agradaba a Paul.
Marcus, que cambió radicalmente la teoría que tenía desde niño: amor = dinero y poder, no le agradaba mucho ver a su hermana con hombres que sólo la usarían como fin reproductivo.
Pero trataba de callarse ante las miradas tontas que Catalina les daba a sus pretendientes.
Sólo faltaba la aprobación de Elizabeth para la boda.
Incluso comento, antes de que ellos se fueran del castillo, que él y su hermano deberían buscar esposas para seguir con la noble casa Báthory y bla , bla , bla.
Se estaban alojando , por ahora, en un castillo propiedad de su difunto padre.
Ese era un día como cualquiera. Marcus ya casi perdía la posibilidad de que su acusación a Elizabeth con Matías fuera escuchada.
Quizás si...
- ¿Marcus? ¿Marcus, me escuchas? ¡Tu mellizo y tu hermana llamándote!- dijo la voz de Paul, devolviéndole a la realidad, el desayuno.
- Sí, no quiero café, gracias – declino al sirviente que le ofrecía una taza.
Observo que su hermana Catalina tenía el semblante preocupado.
- ¿Qué pasa, Cat?-
- Madre no ha escrito –
- Es normal, ¿sabes cuánto tiempo tardan en llegar las cartas no? Ahora come y luego vete a ver a esos duques y condes que muestran tanto interés en ti- mascullo Marcus y continúo su desayuno.
Fue en ese instante que un sirviente, pálido como la cera, trajo una carta consigo en sus manos
- ¡Vaya, Steve!- comenzó a decir Catalina, arrebatándole la carta de un sopetón.
- ¡Ya era tiempo de que madre escribiera!- añadió y se sumergió en la lectura.
Tras apenas unas líneas ahogo un grito. No fue capaz de hablar o de moverse hasta que termino su lectura.
- Han... el rey Matías inicio un juicio contra madre – dijo tan rápido que solo Marcus pudo entenderle.
- ¿Cat, de que estas hablando? Dilo fuerte, claro y despacio, por el amor de Dios- ordeno Paul.
- Han iniciado un juicio contra madre...-
- ¿Traición?- inquirió Paul, asustado.
- No. Brujería, magia negra y asesinatos.
- Es una mentira – dijo Paul.
- Hay que llamar a Gábor.El ira a defender a madre , estoy seguro –
Por supuesto que los tres sabían cómo podría acabar esto, Elizabeth muerta, sus tierras y fortunas confiscadas y ellos podrían perder sus títulos.
Situaciones que Marcus consideraba imposibles , debido al contrato que firmó con Matías hace una semana , a escondidas de sus hermano.
No podría tocarlos a ninguno de los cinco.
El problema, ahora, era la decisión más difícil de su plan.
¿Decirles o no decirles a sus amados hermanos que él fue quien delato a su propia madre?
La mera idea de perderlos, le retorcía el corazón, pero, con el tiempo entenderían que el hizo lo mejor para ellos, para su familia.
- La carta explica que el Rey ordeno una investigación a manos de Jorge Thurzó. Acusan a madre de ser culpable de las muertes de 650 miserables .Eso es totalmente incierto. ¡Si esas estúpidas no saben cuidarse, allá ellas, pero...!-
Catalina paso de página y leyó
- Otra estupidez. Dicen también que nuestra madre en este último mes , mato a varias jóvenes nobles-
- Sí, eso deja todo claro. Es una injuria del Rey en contra de madre – siguió hablando Paul.
Se sorprendieron al notar que Marcus no dijo ni una palabra, ni mostro ninguna reacción ante esa noticia.
- Tenemos que estar presentes en el juicio. No podemos dejar a madre sola en esto – propuso Paul.
"¿Sola? ¡Por favor, si a ella le importamos una mierda y ahora quieren ir a ayudarla! "pensó Marcus, harto.
Todo lo que hizo, lo hizo por el bien de sus hermanos y de él.
Nada más, nada menos.
- No creo conveniente que vallamos. Hoy mismo les mandare una carta a Ana y a Úrsula con ese mensaje. Si no apoyamos a madre, el Rey quizás nos dará amnistía y nos permitirá conservar nuestras tierras- concluyo Marcus, sirviéndose café, finalmente.
- ¿De qué demonios estás hablando, Marcus Báthory? ¡Madre está en peligro de ser ejecutada y tú solo piensas...-
- Paul, pienso en nosotros, en la familia Báthory.Tu y Cat piénsenlo también. De quedarnos en la posición de neutrales en todo el juicio, quizás Matías se compadezca. Madre desearía morir a que nosotros perdamos todo. De cualquier modo , no hay posibilidad de que ella gane el juicio , cuando a Matías se le pone una idea en la cabeza , es muy imposible sacársela-
Ambos hermanos reflexionaron y, finalmente, asintieron con la cabeza.
- Si, Marcus, tienes razón. Madre prefería morir antes de que la familia Báthory caiga en la pobreza. Solo debemos orar a Dios y que él la ayude a demostrar su injusta acusación –
Dos años después, en toda Hungría se anunciaba del juicio en Bitcse.
El resultado fue este: Elizabeth se negó a declararse inocente o culpable, y no compareció, acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Quienes sí lo hicieron, por la fuerza, fueron sus colaboradores. Juan Ujváry, el mayordomo testificó que en su presencia se había asesinado como mínimo a 37 "mujeres solteras" de entre once y veintiséis años; a seis de ellas las había reclutado él personalmente para trabajar en el castillo. La acusación se concentró en los asesinatos de jóvenes nobles, pues los de las siervas carecían de importancia. En la sentencia todos fueron declarados culpables, algunos de brujería, otros de asesinato y los demás de cooperación.
Todos los seguidores de la Condesa, excepto las brujas, fueron decapitados y sus cadáveres quemados; éste fue el destino de su colaborador Juan. A las brujas Dorotea, Helena y Piroska les arrancaron los dedos con tenazas al rojo vivo "por haberlos empapado en sangre de cristianos" y las quemaron vivas. Erzsi Majorova, una burguesa de la zona acusada de cooperación, también fue ejecutada. Katryna, que con catorce años era la más joven de las ayudantes de Elizabeth, salvó la vida por petición expresa de una superviviente, aunque recibió cien latigazos en el cuerpo.
Los detalles del juicio fueron tenebrosos, el desde niño tuvo el registro de todas las muertes ocurridas en el castillo, pero jamás pensó que Elizabeth fuera capaz de todo lo que ocurrió
Según el testimonio del conde palatino Jorge Thurzó (, cuando su hueste llegó al castillo el 30 de diciembre de 1610 no halló oposición, ni a nadie para recibirles. Lo primero que vieron fue a una sirvienta en el cepo del patio, en estado agónico debido a una paliza que le había fracturado todos los huesos de la cadera. Esto era práctica corriente y no les llamó la atención, pero al acceder al interior se encontraron a una chica desangrada en el salón, y otra que aún estaba viva aunque le habían agujereado el cuerpo. En la mazmorra encontraron a una docena que todavía respiraban, algunas de las cuales habían sido perforadas y cortadas en varias ocasiones a lo largo de las últimas semanas. De debajo del castillo exhumaron los cuerpos de 50 muchachas más. Y el diario de Elizabeht contaba día por día sus víctimas, con todo lujo de detalles, hasta sumar un total de 612 jóvenes torturadas y asesinadas a lo largo de seis años.
"Por lo visto, Elizabeth fue tan estúpida para contar sus atrocidades en su diario. Mejor para nosotros"
Además por todas partes había toneladas de ceniza y serrín, usados para secar la sangre que se vertía tan pródigamente en aquel lugar. Debido a esto, todo el castillo estaba cubierto de manchas oscuras y despedía un tenue olor a putrefacción. Se decía que mientras su esposo estaba fuera, ella mantenía relaciones sexuales con sirvientes de ambos sexos, y se rumoreaba que cuando tenía acceso carnal con chicas no era raro que las mordiese salvajemente.
Él ya había confirmado que su madre estaba loca, pero jamás imagino que su grado de perversión y maldad llegara a tanto.
En sólo pensar en la que nunca fue su madre hizo por su sed de sangre a esas pobres jóvenes, le retorcía el estómago.
Pero la ley impedía que Elizabeht , una noble, fuese procesada. Fue encerrada en su castillo. Tras introducirla en sus aposentos, los albañiles sellaron puertas y ventanas, dejando tan sólo un pequeño orificio para pasar la comida. Finalmente, el rey Matías II de Hungría pidió su cabeza por las jóvenes aristócratas que supuestamente habían muerto a sus manos, pero el primo de esta le convenció para que retrasara el cumplimiento de la sentencia de por vida.
"Eso no es lo que planee" se dijo a si mismo Marcus, mientras sus hermanos Paul, Catalina, Úrsula y Ana (las últimas dos acudieron para oír juntos el resultado del juicio.
"Ella es un vampiro, podrá salir de allí cuando se le antoje. ¿Acaso al estúpido del rey se le olvido eso?" y volvió a beber una copa de vino.
Sus hermanos estaban igual que él. No lloraban, no hablaban.
- Con el encarcelamiento de madre de por vida, nuestras tierras, nuestras posiciones...quedaran incautadas...- decía Paul , dando vueltas por toda la sala.
- Madre hubiese preferido morir – decía Ana, al borde de los nervios, restregándose los codos.
- No es necesario la confiscación de nuestros bienes terrenales ,  hermanos- soltó Marcus.
Sentía que el corazón le latía deprisa y suspiro, entregándole a Paul, con el que tenía esa conexión especial entre mellizos, el primer diario que escribió.
Paul leyó unas cuantas páginas y... y no fue como se lo espero su mellizo.
- ¡¿Marcus, perdiste la razón?!¡¿Tú acusaste a madre?!- rugió.
Sus hermanas lo miraron de igual modo.
- Es cierto. Ella es un vampiro. ¿Qué otra opción tenia? No adelanten conclusiones, aquí...- dicho esto, saco un contrato.
- Es mi acuerdo con el rey de Hungría. Si le daba mis diarios, él accedía legalmente a no tocar nuestras riquezas ni a nosotros mismos – dijo Marcus. 
Paul apretó los dientes, mientras Úrsula y Anna lo observaban con furia contenida.
- ¿Estás seguro? ¿No será que hiciste un trato con el rey para difamar a madre? ¡Eres un traidor!- aulló Paul, comenzando a golpearlo.
Sus hermanas no pensaban detenerlo.
Marcus se defendía de los golpes, sin querer propinar uno el mismo. No podía creer que sus hermanos creyeran que...
No puso pensar más en ello, pues se tropezó con la mesa a la que su mellizo lo había empujado, haciendo caer al fuego crepitante de la chimenea... el contrato.
- ¡No! – grito el, y fue silenciado por un puñetazo en la cara por parte de Paul.
Sus hermanas no se dieron cuenta de que la promesa de su seguridad se estaba quemando.
Finalmente, Marcus logro zafarse, golpeando a Paul en la boca, logrando que el labio inferior del otro sangrara.
Él corrió hasta la chimenea y tomo el atizador, pero ya era tarde.
El tan valioso documento era cenizas ahora.
- ¡¿Qué demonios hiciste?!¿Sabes que va a pasar ahora, Paul? ¡Ese papel era nuestra salvación y tú...!
- ¿Qué hice yo? ¡Marcus, tu tuviste la culpa de que ese contrato se quemara!- respondió Paul, al tiempo que se levantaba y se limpiaba la sangre.
- ¿Sabes que hubiésemos preferido todos, excepto tú, que eres un estúpido, claro?
- ¿Qué?- contesto el, al borde de un ataque de nervios.
- ¡Que los pobres siguieran muriendo, así nosotros hubiéramos seguido siendo ricos!- añadió su mellizo, siendo apoyado con las miradas de sus tres hermanas.
Esas palabras dejaron mudo a Marcus.
- No puedo creerlo...- dijo, con desprecio y asco en su voz.
- Después de todo lo que pasamos juntos en ese castillo de mierda, con esa madre de mierda...-
- ¡No digas eso! ¡Ella nos ama! ¡¿No ves todo lo que nos compró y...?!
- ¿Ana, así que tú crees que el amor es oro, joyas y vestidos? Me das asco, todos ustedes. Y me doy asco yo mismo, porque, al igual que ustedes, jamás conocí el amor de verdad. Si a ustedes les importaba más seguir con su fortuna en vez de salvar la vida de su propia gente, allá ustedes, ¡me largo!- y se alejó por el pasillo, listo para hacer sus maletas e irse de allí.
Le importaba un bledo no tener donde ir, tenía ahorros suficientes para dos o tres meses.
Fue a su habitación y reprimió sus ganas de llorar. En un sólo día, perdió a sus hermanos o, lo peor de todo, quizás nunca los tuvo.
Tal vez, todas sus juegos en el castillo, las cabalgatas en los bosques y como esperaban como un perro estúpido y fiel a Elizabeth cuando pasaba la noche con sus amantes, tal vez todo había sido, ahora, nada para ellos.
Suspiro, no sabía cómo iba a ser su vida ahora, pero estaba seguro que no podía ser peor que con esa familia, si es que podía llamársela así.
Tomo sus pertenencias y bajo.
No se lo pidió a ningún vasallo, el mismo cargo todas sus pertenencias en un carruaje que  pago hace un año.
Ni Paul, ni Ana podrían decirle que estaba robando lo que era de Elizabeth.
¿Qué hacer ahora? Sólo el tiempo lo diría.
Quizás si se hubiese dado cuenta de que sus ojos se estaban volviendo rojos.


16 años después.
Era increíble que de ese día pasaran casi dieciséis años. Marcus ya no era ningún joven de 19, que creía en lo que veía. Ahora con 35 años, sabía que era una vida real. Difícil, sí, pero real.
Trabajaba mucho y se cansaba el triple. Muchas veces, para llegar a pagar la posada, tenía que dar clases.
En esos momentos, daba gracias a Dios que Elizabeth les hubiera dado, al menos, una educación excelente.
Contrario al trabajo en el campo, enseñar a leer, escribir y realizar las cuentas básicas de la Aritmética, le encantaba. Era gratificante ver como otros se instruían.
Claro que siempre usaba apellido falso.
Se inventó la historia de que era huérfano y que las monjas del convento le enseñaron a leer y a escribir, que el luego aprendió lo demás en los libros.
Esa noche llego a la posada donde se alojaba más cansado que lo usual, algo muy extraño en verdad, ya que hoy el trabajo de tutor rindió mucho, diez monedas de oro.
Sintió una sed, no mejor dicho, una quemadura en la garganta
Pidió un vaso de cerveza. Se la bebió de un trago. No funciono, por el contrario, la sed se volvía más intensa.
Parpadeo varias veces y observo el cuello del posadero, preguntándole algo que a duras penas llegaba a entender, solo veía ese cuello, provisto de san...
"¿Estoy pensando en sangre? ¿No será qué...? Es imposible, una tontería"
Sin embargo, seguía observando el cuello de todos.
Él sonrió peligrosamente cuando un hombre se sentó a un lado suyo en la barra, pidiendo una cerveza.
"La posada está repleta, de todos modos. ¿Quién notaría la ausencia de este tipo?" se dijo y en ese momento, cayó en la cuenta de algo.
Había una posibilidad de que fuera como su madre. Un vampiro.
Eso, sin embargo, era una teoría absurda, rayando lo absurdo.
Sólo se podía ser un vampiro si se era mordido.
Pero, Dios, esa sed que le escocia la garganta.
Sin pensar otra cosa, corrió hacia afuera.
- ¿Disculpe, está usted bien? – pregunto un campesino.
Marcus solo respondió
- Aléjese por favor –
- Se ve enfermo, está muy pálido... - siguió insistiendo el otro.
Marcus solo susurro.
- Si usted así lo quiere - se dio vuelta y con una mano lo inmovilizo, mientras que con la otra le cerraba la boca para que no profiriera grito alguno.
El campesino intentaba soltarse, asustado. Y aún más cuando él lo mordió en el cuello, masticando su carne con algo de fricción.
Lanzo gritos de dolor, pero la mano del vampiro ahogaba los gritos.
Marcus bebía.
Dios, que bebida más deliciosa, llenándolo de vida.
Si, al principio fue difícil beber, su garganta nunca antes proba la sangre caliente que ahora, corría por su cuerpo, pero ahora era adictivo.
Soltó el ahora cadáver y se relama mío los labios.
Se volvió, asustado de que alguna persona lo hubiese visto.
Nada, las calles del pueblo se en contrataban desiertas y tranquilizas... exceptuando ese evento que acaba de suceder por supuesto.
Se sintió asqueroso. No sólo por matar, sino por ser como Elizabeth.
Era un monstruo y quien sabe, esa noche comenzó matando a uno, en unos seis años asesinaría  a mucha más gente.
Sin pensarlo demasiado y guiándose por su propio instinto, tomo el cadáver del pobre hombre en brazos.
¿Dónde podía dejarlo? El lugar más seguro era el bosque, pero se hallaba a unos quince minutos de la posada.
¿Que hacía para llegar hasta allí?
Velocidad. Los vampiros eran muy veloces.
Tomo aire y se impulsó con sus piernas, hasta dar, un paso, dos, tres.
Ahora estaba en el frondoso bosque, en menos de tres segundos.
Se sorprendió por la fuerza y velocidad de un vampiro.
Porque eso era ahora, le gustara o no.
Volvió a la posada en tres segundos y pidió un poco de pan.
Ahora no podría seguir en ese pueblo, se haría demasiado evidente que era por sus asesinatos.
Sí, pues aunque le doliera admitirlo, era un maldito cobarde.
Quería vivir, pero no como la desquiciada de Elizabeth, deseaba hacer paz consigo mismo y con el mundo.
"Sé que me sentiré solo... pero" meditó esa noche, antes de acostarse en su dura cama. no no no.
Pero no tenía por qué estar solo. Podría hallar a otros vampiros como él, vampiros "buenos".
¿Podría funcionar, no?


No hay comentarios:

Publicar un comentario