jueves, 17 de noviembre de 2016

Capítulo 3 : La Condesa Sangrienta , parte 1

Capítulo 3 : La Condesa Sangrienta.Parte I





Año 1604
Marcus Báthory corrió para no quedarse rezagado.
Por supuesto que aunque provinieras de una de las familias nobles más ricas de Europa, tenías que siempre estar corriendo tras tus hermanos mayores, que siempre trataban de llegar más rápido que el hasta la feria.
Marcus tenía muchas hermanas mayores y un sólo hermano, en realidad, su mellizo, Paul.
Ellos eran los menores, luego estaban Ana, Catalina, Úrsula, la última casi una adolescente.
- ¿Madre nos permitirá ver a ver juguetes?- pregunto el niño de seis años a su hermana mayor, Ana.
- Quizás, Marcus. Tú quédate quieto y no le hagas preguntas sobre ese tema. Eso va para ustedes también, Paul y Úrsula. Aunque, por lo que a mí y a Catalina nos respecta, quisiéramos tener vestidos nuevos...- reflexiono la joven de quince años, en voz baja, solo para que su madre no los oyera. Luego le dio la mano a su hermano, ya que llegaban a la feria y no quería que se perdiera en la multitud.
Catalina hizo lo mismo con Úrsula y Paul.
Marcus observo a sus hermanos, todos idénticos a su recién fallecido padre, con los cabellos y los ojos oscuros.
Él por el contrario, era idéntico a su bella madre, la Condesa Elizabeth.
Pelo cobrizo, que hasta los tres añitos fue rubio como el de su ella y ojos caramelo.
Lo que si heredaron todos de su madre era la belleza.
Los hermanos Báthory creían que su madre era la mujer más bella de toda Hungría.
Sí, a pesar de que con ellos nunca fue cariñosa, afectiva, se preocupada por ellos, según les explico Ana, una noche que los menores le preguntaron
"¿Dónde esta madre?"
Ana les respondió que su madre estaba ocupada en "otros asuntos", cuando en verdad, estaba con sus amantes.
Les decía que estaba tenía fiebre o inventaba cualquier historia que no llegara a más preguntas.
Ana sabía que su madre los amaba a los cinco. Ordeno que les impartieran la misma educación que a ella misma, les compraba regalos y les daba monedas para ocasiones especiales (por ejemplo, el día de hoy).
Eso era el amor de madre... al menos, eso pensaban ellos cinco.
Un amor severo, ausente y callado, pero amor al fin y al cabo.
- Ana, trae a tu hermano aquí. Y tú también, Catalina. Deseo hacer mis compras deprisa y volver pronto al castillo. No quiero mezclarme con esta gentuza más de lo suficiente- ordeno severamente Elizabeth, con un tono que no quería quejas.
- Si, madre. Vamos , Marcus , camina un poco más rápido-
- Ana, tengo hambre...- se quejó el.
- Ya oíste a madre , volveremos pronto al castillo y ...
- ¿Qué están haciendo? ¿Acaso no les ordene que caminaran más deprisa?- regaño la Condesa.
- Ahora vamos, madre – aviso Ana y le mando una mirada de reproche a su hermano menor.
- Lo siento- se disculpó Marcus a su hermana mayor.
- No pasa nada. Pero que no se repita ¿eh?
- Si, Ana.
La feria del pueblo estaba (como Ana lo predijo) atestada de gente.
Catalina, de trece años, apuro a Úrsula de nueve y a Paul, para no quedar rezagados.
Su madre se adelantó, cansada de las "tonterías infantiles" de sus cinco hijos.
Marcus y Paul se dieron esa mirada. Entendieron que si querían juguetes para el término del día, deberían quedarse callados.
Aparte, era un poco aburrido ser los dos únicos varones en una familia que habían mayoría de mujeres. Si, Catalina y Úrsula jugaban con ellos, más Úrsula que la primera, pero Ana estaba en edad de casarse y decía que no tenía tiempo para ellos.
Sí, no eran los hermanos más perfectos del mundo, a veces se peleaban y otras, terminaban en paseos a caballos juntos, felices de estar juntos.
Y es que estar juntos era lo que importa, pensaba Marcus, mientras su madre se detenía a ver vestidos en un puesto.
Las cuatro mujeres se pusieron a ver vestidos tras vestidos y los niños Báthory se aburrían.
- ¿Paul, contamos o unos cuentos, como los que nos cuenta Gertrudis a la noche?- propuso Marcus, cansado de tanto aburrimiento. 
- ¡Sí! Había una vez... un...un, ¡un castillo con hadas y duendes!
- ¡Y ese castillo tenia sirenas y... y dragones!- sugirió su mellizo.
Se entretuvieron dos largas horas con sus cuentos infantiles creados por ellos mismos.
- Marcus, Paul – hablo Úrsula, mientras el criado de su madre envolvía más de diez vestidos en unos atados.
- Madre dice que ya nos vamos-
- ¿Es cierto, madre?- inquirió Marcus a la Condesa.
- Sí, Marcus. Ya hemos terminado lo que venimos a hacer aquí. Aparte, en el castillo tú y Paul tienen miles de juguetes.
Los pequeños reflexionaron. Sí, su madre tenía razón. Cómo siempre.
Sonriendo, a pesar de su pequeña desilusión, caminaron junto con el sirviente, la Condesa y sus tres hermanas rumbo al carruaje que los conduciría de vuelta al castillo Čachtice.
Cerca del final de la feria, una anciana con el rostro surcado de arrugas, pedía limosna
- Unas monedas, por favor- repetía a los que pasaban.
He hizo lo mismo cuando la familia Báthory paso cerca de ella.
- Por favor, una...
- ¡Parece más una pasa que una mujer!- se burló cruelmente Elizabeth.
La vieja la observo con odio contenido y respondió.
- Es la ley de la vida, Condesa. En unos años , cuando sus hijos gocen de la juventud , usted se estará igual que yo-
La cara de Elizabeth cambio de una expresión de burla a otro matiz complemente diferente.
Un matiz en su bello rostro, surcado por algunas arrugas, un semblante de desesperación.
Se miró las manos y luego a sus hijos.
- Volvamos a casa. Rápido, no acepto quejas- sentencio, aparentemente calmada, pero con voz temblorosa.
- ¿Madre te encuentras bien?- inquirió Catalina, preocupada.
- ¡He dicho que nos vamos!- grito su madre.
Las adolescentes y los niños asintieron, temerosos de la furia de la Condesa Báthory.



El castillo Čachtice, ubicado se encentraba en lo alto de un cerro en la aldea de del mismo nombre.
Era un castillo románico, con una interesante torre con forma de herradura , donde los niños dormían ,jugaban y recibían sus clases.
La Condesa se miró en el espejo de su cuarto durante la hora del almuerzo, al que ni siquiera compartió con sus hijos.
¿Qué podía hacer para que el tiempo no se llevara su belleza? ¿Qué?


Los hermanos Báthory almorzaban en el inmenso comedor del castillo.
Ana y Catalina, asustadas porque su madre les impartiera a los cinco un castigo, comieron sin hablar.
Los más pequeños, por el contrario, jugaban con su comida, mientras disfrutan que su severa madre no estuviera presente para regañarlos.
Cada habitación del castillo era inmensa, decorada con sumo lujo y con los escudos de las familias Báthory y a unos costados los de los Nádasdy
Marcus estaba por pedir doble ración de postre a un criado, cuando la figura de su respetada madre se hizo presente en la habitación.
Llevaba puesto un vestido de montar y ni siquiera hablo con sus hijos, sólo se dirigió al sirviente y le ordeno que ensillara su caballo.
Por costumbre, ninguno de los cinco hizo preguntas sobre adonde se iba Elizabeht. Sólo sabían que llegaría tarde, o quizás, a la mañana siguiente.



Cómo lo predijeron, la Condesa volvió al alba del nuevo día.
Sus hijos fueron a recibirla y observaron en ella un cambio.
Su piel, pálida cual mármol.
Ella les mando una mirada que no acepta preguntas y explico que...
- Es un "nuevo maquillaje importado de Austria. He tenido que viajar toda la noche para evitar que otras me lo quitaran en una feria. Siempre lo usare, ustedes saben que cuido mi belleza y este maquillaje hace maravillas.
- Sí, madre – respondieron los cinco, al unísono.
- Hemos de ir a desayunar, no saben el hambre que tengo – ordeno su madre.
- ¿Madre?- pregunto Marcus, para llamar su atención, mientras caminaban hacia el interior del castillo.
- ¿Qué?- respondió austeramente ella.
- Te extrañe. Todos lo hicimos-


El día paso igual que todos los días, normal, como siempre.
Los niños estudiaron con sus tutores, luego jugaron y después de vuelta a estudiar.
Así como paso la mañana, llego la noche.
Marcus y Paul en sus habitaciones, jugaban con espadas de maderas, hasta que tuvieron sueño y se metieron en sus camas


El niño estaba en un lugar muy lindo. Lleno de juguetes, caballos y cercano a un verde prado.
Una figura se veía a lo lejos. Riéndose de una forma algo siniestra.
Visualizando mejor, se aseguró que era la figura de su amada madre, Elizabeth.
Quiso llevarle un regalo, y cortó unas flores blancas que crecían en el pasto.
Corrió hacia ella, feliz.
Su madre estaba de espaldas, sujetando algo, pero se dio vuelta cuando su hijo menor le tiro del vestido, deseoso de regalarle las flores.
-¡Madre, madre, mira que lindas flo...!-
Fue en ese momento que la Condesa se dio vuelta.
No sujetaba algo. Sujetaba a alguien. Una niña de doce años desagrada, con el cuello, los brazos y el pecho destrozados por mordeduras.
Elizabeth le sonrió a su hijo, mostrando sus afilados colmillos manchados de sangre, al igual que su hermoso rostro.
Ante la mirada de horror de Marcus, su madre soltó el cuerpo de la niña, que agonizaba en silencio, tratando de pedir su ayuda.
No supo que hacer. Ni siquiera cuando su madre tomo de sus manos las flores, las olio.
Acaricio los pétalos y el pequeño ya no sabía a quién mirar, si a su madre, convertida en un demonio o a la niña, que clamaba en el pasto pidiendo su ayuda.
Son muy bonitas, Marcus – le dio las gracias su madre, mientras le tocaba ahora la mejillas de su hijo, manchándolas de sangre en el proceso.
Las flores antes blancas, ahora, teñidas de rojo, cayeron al verde pasto, cubriendo todo de sangre.


Marcus despertó. No atinó siquiera a gritar del horror, aunque quería, no podía, tal era su terror.
"Debo ir con madre y contarle de mi pesadilla. Ella me calmara "pensó, aun temblando, saliendo de la cama.
En realidad, nunca había ido al dormitorio de su madre a la noche, nunca Elizabeth les daba las buenas noches y les ordeno jamás interrumpir su sueño.
"Pero estoy asustado. Madre debe entender" se dijo el niño.
Los pasillos estaban iluminados por antorchas y Marcus pudo encontrar fácilmente los aposentos de la Condesa.
Contrario a lo que él pensaba, su madre estaba despierta, o al menos eso parecía por la tenue luz de las velas que provenía de su cuarto.
Con la puerta entreabierta, el niño observo por la rendija de esta.
Tampoco quería averiguar de inmediato si la Condesa se encontraba dormida y que él tuviera que arriesgarse a despertar.
Todos en el castillo conocían su mal carácter y, por ello, nadie osaba hacerla enfadar.
Observo y así pudo vislumbrar, a la luz de las velas, a su madre, con el maquillaje que se compró en esa feria todavía presente en su rostro.
Evike, una criada, le cepillaba el pelo.
Pero debió tirarle los cabellos muy fuerte, debido a que Elizabeth le propino una fuerte cachetada en la nariz, que la hizo sangrar
No era un comportamiento extraño en su madre, en realidad, era muy común.
Lo que si no fue común fue lo siguiente.
Su madre, con los dedos manchados de sangre, se los relamió gustosa.
Ante los ojos de horror de ambos, Evike y Marcus, sus colmillos crecieron, sus ojos se volvieron rojos.
Evike soltó el cepillo y retrocedió unos pasos, mientras Marcus fue incapaz de gritar, incapaz de moverse, incluso cuando su madre clavo sus colmillos en el cuello de la criada y esta comenzó a gritar, lo único que pudo hacer fue caminar despacio de regreso a su propia habitación.
No supo en ese momento que esa decisión le salvo la vida.
Se acostó en su cama, tratando de convencerse que recién entonces se despertó de su pesadilla.
No supo aun que no solo sus peores pesadillas, sino las de todo Čachtice recién comenzaban.
Se despertó a la hora de siempre, junto con Paul.
No quiso comentarle nada de su pesadilla, sino que trato de ser el niño feliz e hiperactivo que era todos los días.
Ya en el desayuno, su madre ubicándose a la cabeza de la mesa, y ellos, los varones a la derecha y las niñas a la izquierda, comenzaron a desayunar.
"Qué tontería "pensó Marcus mientras comía huevos revueltos.
"Madre no haría eso jamás, ella es buena"
Por supuesto que podría completar esa oración la pregunta "¿O no?", pero simplemente, el pequeño amaba tanto a su madre que jamás podría verla como ese demonio de sus pesadillas.
Todo andaba bien, normal como todos los días. Él y Paul dándole comida al perro debajo de la mesa, junto con Úrsula; Catalina y Ana platicando de sus vestidos nuevos.
Hasta que un criado, Rupert, se acercó a llevarle más comida a su ama.
- Condesa, le he de notificar una triste noticia. Evike, su criada personal ha sido asesinada – anuncio, con un deje de tristeza.
- ¡Oh, por Dios, Rupert, es una noticia terrible!- se lamentó Elizabeth.
Dejo a sus hijos, explicándoles que iba a arreglar un entierro en la parroquia de la Iglesia para la "pobre muchacha muerta".
Ana pidió a todos sus hermanos que guardaran un minuto de silencio por Evike y así lo hicieron mientras Marcus se preguntaba el porqué de la reciente amabilidad de su madre con la servidumbre.
Lunes, 4 de junio de 1604
Querido diario: Ruego a Dios que esto solo sea unas anotaciones de las pesadillas de un niño de seis, pero ahora no estoy tan seguro.
Quizás esto es culpa de la muerte de padre, ocurrida a principios del año, o que madre echara a la abuela, a mis tías y a mis primos del castillo, luego de fallecer padre.
Tuve una pesadilla en donde mi madre, la Condesa Elizabeth Bathory, era un demonio de ojos rojos y mataba gente, bebiendo su sangre.
Sé que es solo una tontería, pero no me atrevo a hablar de estas pesadillas con ninguno de mis hermanos.
Tampoco con mi madre. Se molestaría mucho (y, querido diario, tú debes saber cómo es cuando está molesta).
La primera vez fue un sueño en un páramo. Yo le llevaba flores a mi madre y ella sostenía a una niña que estaba agonizando.
Me acariciaba el rostro, me sonreía (y eso es muy raro, ya que ella jamás es cariñosa ni conmigo ni con mis hermanos, pero que se le va a hacer) y yo veía su rostro con sangre, sus ojos brillando de rojo.
El sueño continuo luego. Yo soñé que despertaba e iba a la habitación de mi madre. Entonces, sin que ella lo notara, vi como mataba a Evike, mordiéndola en el cuello y bebiendo su sangre.
Luego me fui, camine por los pasillos. Y ahí sí que desperté de verdad.
Nunca sentía tanto miedo en mi vida.
A la mañana siguiente, Evike fue asesinada .Mi madre arreglo su funeral, cosa extraña en ella.
Debe ser solo una coincidencia siniestra, porque madre jamás haría eso. Ella es buena. ¿O no?
Marcus escribió su primera nota en su primer "diario de pesadillas", ya que él tenía un diario íntimo propio, pero no le gustaba la idea de mezclar su vida con sus" pesadillas".
A la última nota el tacho, varias veces, se sentía como un mal hijo escribiendo esas cosas de su madre.
Pero sabía que tenía que desahogar sus temores y ¿qué mejor forma de hacerlo por escrito?
Miro a ambos lados del pasillo de la habitación de él y Paul.
"Es una tontería esconder mis pesadillas en una tabla floja del piso de debajo de mi cama "pensó, mientras se escondía debajo de su cama y guardaba su nuevo diario debajo de la tabla floja del piso.
Mas luego el pequeño se cruzó de hombros al salir de debajo de la cama y se dijo "¡Es mi diario, mi diario íntimo! ¡Según madre tiene que ser un secreto!"
Con esos pensamientos pululando en su mente, bajo para sus lecciones.
10 de Junio de 1604
Querido diario: Otra joven sirvienta ha muerto hoy. Los criados dicen que no saben de qué murió .Yo mismo ayer la vi en la mañana en la cocina y me dio un panecillo. Estaba en perfecto estado de salud y no parecía enferma, al menos a mis ojos.
La enterraron y oí a Willy y a Peter hablar de que la encontraron cerca del bosque con mordeduras en todo el cuerpo...


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